Consideraciones sobre la Belleza

Todos los masones del Rito Escocés Antiguo y Aceptado sabemos que en el centro de la logia se encuentran las columnas de la Belleza, la Fuerza y la Sabiduría.

La columna de la Belleza, situada en el ángulo sudoeste, está vinculada al segundo vigilante y es una de las denominadas «tres pequeñas estrellas» que simbolizan la construcción del Templo. En la apertura de los trabajos, el segundo vigilante pronuncia la siguiente frase: «Que la belleza lo adorne», en ese momento, tras iluminarse el mediodía, todo el Templo está plenamente iluminado.         

Siempre me pareció entender que, el significado de esta frase, se refiere a que, el Templo que entre todos estamos construyendo, debe de estar adornado por todas las bellas virtudes masónicas que la Orden nos invita a cultivar. En este sentido, en Masonería, podemos afirmar que, junto a la Sabiduría y la Fuerza, la Belleza, es la expresión exterior de la armonía y, también, del orden interior de la obra realizada. Sería «La cara visible de lo sagrado» y también estaría relacionada con el bien o, si lo preferimos, con la ética del bien, porque en Masonería el amor y el deseo del bien son siempre una fuente inagotable de perfección y de paz interior.      

Sin embargo, el concepto de «Belleza» no es una noción simple y fácil de abordar. Prueba de ello es que, desde hace cientos de siglos, está siendo estudiado por los filósofos más prestigiosos. Esta humilde plancha solo pretende ser una exhortación a los hermanos para que profundicen en el concepto de «Belleza» acudiendo a los textos de los filósofos, clásicos y modernos, que se han atrevido a reflexionar sobre este tema.     

El principal problema radica en que el «concepto de Belleza» no se puede reducir a una sola definición, ni siquiera cuando se la considera en su sentido más amplio. Desde Platón son numerosas las definiciones de lo bello. Por ejemplo, en «El Banquete», partiendo de la belleza de los cuerpos es como se llega a la de las almas, o «belleza moral», que se manifiesta en las normas de conducta y en las leyes. En esta obra nos habla de «La escalera de la belleza» como una expresión metafórica de la concepción de lo bello que es lo que nos facilita el acceso al Ser.  

En el diálogo titulado «El gran Hippias», Platón aborda la naturaleza de la Belleza y manifiesta: «Que algo parezca hermoso no quiere decir que sea hermoso». Para Platón «Lo bello es lo que hace que haya cosas bellas», con ello nos quiere decir que se trata de una idea análoga a las ideas de Ser, de Verdad y de Bondad. En el «Fedro», Platón afirma que: Mientras no hay en la tierra imágenes visibles de la Sabiduría, existen, en cambio, imágenes visibles de la Belleza.     

Santo Tomás de Aquino, en la Summa Theológica, entiende la «Belleza» como aquello que agrada a la vista. Kant, en «La crítica del Juicio», afirma que lo bello es lo que sin concepto se representa como objeto de un placer universal. Kant nos habla de «La Belleza libre» y nos hace una distinción entre una Belleza que responde de su valor solo ante si misma y que parece ser la de la naturaleza, mientras que hay otra que se proyecta en una finalidad.     

El filósofo alemán Gadamer, conocido como el filósofo de la hermenéutica, no comparte el análisis que el filósofo Kant hace de lo bello. Para Gadamer, «Lo Bello» es aquello que, en una obra de arte es más auténtico, todo aquello que se comprende; porque para Gadamer no hay percepción estética sin interpretación. Para él lo «Bello artístico» se subordina en lo «Bello natural», atribuyendo a «Lo Bello» una función ontológica. En su libro, «La actualización de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta»; Gadamer intenta aunar el arte de la época moderna con el de la era clásica.     

Para Jacques Derrida, conocido como el filósofo de la deconstrucción, «La Belleza vaga, indefinida, sin determinación y sin destino, es la única que puede dar lugar a una predicación de Belleza pura. Es un vagabundeo indefinido y sin límites que tiende hacia su oriente, pero del cual, más que privarse, se separa absolutamente, no alcanza su destino, en el sentido de que, en ella, «vago» es un movimiento sin fin.     

En su «Estética», Benedetto Croce define la Belleza como «la expresión lograda» y sostiene que el Arte, y su belleza, trasciende la lógica y sus conceptualizaciones. Para Heidegger, la Belleza resulta ser «una de las formas esenciales en que la verdad se pone en acción». Otros filósofos que han estudiado este tema han sido: Diderot, Burke, Hartmann, Schopenhauer, Tatarkiewicz y Cousin. Para este último, lo bello: «Es uno de los principios espirituales superiores».     

Juan Pablo II, durante su papado publicó una «Carta a los artistas» en la que habla del esplendor de la belleza y resumió el panorama del nuevo milenio con la famosa frase de Dostoievki: «La belleza salvará al mundo». En el año 2007, Joseph Ratzinger, siendo prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, en un texto titulado «La verdad de la belleza y la belleza de la verdad», afirmó que: «Para crecer en la fe hay que entrar en contacto con la belleza».

Ratzinger llega a afirmar que: «La belleza solo se puede encontrar en la aceptación del dolor y no en ignorarlo». Para Ratzinger, el dardo de la belleza hiere, pero precisamente recuerda al hombre su último destino y manifiesta que «El verdadero conocimiento se produce al ser alcanzados por ese dardo que, cuando alcanza el alma, la hiere y le abre los ojos».

Imagen de la entrada: columna de estilo corintio en el Templo de Artemisa, Jerash, Jordania.

Sobre el autor: Pablo Bahillo Redondo es Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Valladolid. DEA en Farmacología por la Universidad de Valladolid. Médico. Miembro de número de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas. Actualmente Doctorando en Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura. Ha presidido la Gran Logia General de España y el Supremo Consejo de España.