Masonería, regularidad, teísmo y deísmo

Volvemos otra vez a reproducir en el blog de la Gran Logia de Canarias, por su alto interés, un artículo del médico e historiador Pablo Bahillo Redondo, publicado en la revista digital «El Obrero» y cuyo enlace adjuntamos al final del artículo.

Existen diversas corrientes masónicas, todas dignas y respetables, en el seno de la Masonería Universal. La diferencia fundamental entre ellas está en el modo en que plantean y desarrollan sus trabajos masónicos. Una de esas corrientes, la denominada masonería «tradicional o regular», está formada por aquellas organizaciones masónicas que se caracterizan por realizan sus trabajos a la gloria del Gran Arquitecto del Universo, por colocar siempre en el altar de los juramentos la Biblia, (1) la escuadra y el compás, y también porque durante las reuniones masónicas no hablan ni de política ni de religión.

Son dos, principalmente, las corrientes masónicas regulares que existen dentro de la Masonería Universal: una de ellas es la anglosajona, con sus Ritos de Emulación, York y Arco Real. La otra es la que siguen los masones del Rito Escocés Antiguo y Aceptado vinculados al Convento Universal de Lausana de 1875.

Una de las características principales de la Masonería anglosajona es su orientación teísta. Su fuente de regularidad son las «Constituciones de Anderson». Sin embargo, la Masonería vinculada al Convento de Lausana tiene un planteamiento masónico deísta; sus fuentes de regularidad son: «Las Constituciones de Anderson» y, también, «El Manifiesto» y la «Declaración de Principios del Rito» que se adoptaron y aprobaron por unanimidad en la ciudad de Lausana.

Está convencionalmente aceptado que la masonería moderna o especulativa nació en la ciudad de Londres el 24 de junio de 1717. Ese día, festividad de San Juan Bautista, cuatro logias londinenses se reunieron en la taberna «Gosse and Gridiron» y crearon una nueva organización masónica, era la primera que se fundaba en el mundo y la que denominaron «Gran Logia de Londres y Westminster». (2) Su primer Gran Maestro fue Anthony Sayer.

A partir de 1721 los Grandes Maestros de esta Obediencia fueron aristócratas y bajo la presidencia de uno de ellos, el duque de Warton, fueron editadas por primera vez, en 1723, las «Constituciones de Anderson» que constituyen el conjunto de normas y deberes que regulan la denominada masonería regular.

En 1751 se fundó otra Obediencia llamada «Gran Logia de Masones Libres y Aceptados de Inglaterra». (3) Las dos Grandes Logias anteriormente mencionadas se unieron, el 27 de diciembre de 1813, tras cuatro años de negociaciones entre sus respectivos Grandes Maestros: los duques de Sussex y de Kent, hijos del rey Jorge III. De este modo nació la «Gran Logia Unida de Inglaterra» (GLUI) que presidió, como Gran Maestro, el duque de Sussex.

En 1816, tres años después del «acto de unión», la GLUI adoptó un nuevo Rito conocido como «Rito de Emulación o Reconciliación». Con este nuevo Rito se trató de favorecer el acercamiento fraternal entre los masones «antiguos» y «modernos» al poder trabajar todos los hermanos con los mismos rituales. En el Rito de Emulación trabajan la mayoría de las logias de la GLUI y es el Rito oficial de la GLUI cuando los trabajos masónicos se desarrollan en las solemnes Tenidas de Gran Logia. Este Rito, que tiene de tres grados, es de orientación teísta y el oficial encargado de hacer las invocaciones tiene el título de capellán (hospitalario).

Según el diccionario de filosofía de José Ferrater Mora: «El teísmo se define generalmente como la creencia en un Dios personal creador y rector del universo. En este sentido, el teísmo se distingue del deísmo, el cual, aunque sigue afirmando la existencia de Dios lo excluye del gobierno del mundo y funda la creencia en la divinidad en una vivencia íntima, en un sentimiento personal interno que constituye, a la vez, la base de la moral y de la religión. El teísmo, en cambio, admite la revelación y la providencia, y se opone firmemente a cualquier intento de reducir la verdad revelada a una verdad conocida por medio de la razón común a todos los hombres». (4)

La GLUI es la Obediencia masónica regular por antonomasia y basa su regularidad en las Constituciones de Anderson de 1723. El primer punto de estas Constituciones lleva por título «De Dios y de la Religión» y comienza de este modo: «El masón está obligado por su carácter a obedecer la ley moral, y si debidamente comprende el Arte, no será jamás un estúpido ateo ni un libertino irreligioso».

Sin embargo, después de la anterior afirmación, claramente teísta, el texto continúa del siguiente modo: «Pero aunque en tiempos antiguos los masones estaban obligados a pertenecer a la religión dominante en su país, cualquiera que fuere, se considera hoy mucho más conveniente obligarlos tan solo a profesar aquella religión que todo hombre acepta, dejando a cada uno libre en sus individuales opiniones; es decir, que han de ser hombres probos y rectos, de honor y honradez, cualquiera que sea el credo o denominación que los distinga. De esta suerte la Masonería es el Centro de Unión y el medio de conciliar verdadera Fraternidad entre personas que hubieran permanecido perpetuamente distanciadas». Como podemos observar, en esta parte se aprecia un planteamiento de orientación deísta.

Para el profesor Ferrer Benimelli: «La tradición de la Gran Logia Unida de Inglaterra, hasta nuestros días, ha sido siempre teísta y no deísta». Uno de sus representantes, Alec Mellor, lo afirma en su Diccionario: “La francmasonería regular es no solamente deísta sino teísta, lo que significa que el Dios que reconoce, invoca y ruega en logia es el Dios creador, o, si se prefiere, un Dios personal, no una entidad vaga, tal como la conciben sistemas metafísicos como el inmanentismo o el panteísmo. Ningún equívoco puede subsistir a este respecto”. (5)

Todas las organizaciones masónicas vinculadas a la Masonería regular anglosajona interpretan e identifican el símbolo fundamental de la Masonería: «El Gran Arquitecto del Universo», con Dios y su voluntad revelada.

En 1870, un grupo de masones franceses conocidos como «los innovadores», quisieron suprimir en nombre de la libertad de conciencia la obligación de invocar al «Gran Arquitecto del Universo». Surgió de este modo lo que en la masonería francesa se conoce como «La querella del Gran Arquitecto del Universo».

Dos años después, en 1872, el Gran Oriente de Bélgica modificó el art. doce de sus Estatutos y Reglamentos Generales: eliminó la referencia al Gran Arquitecto del Universo y también la obligación de invocarlo. Este hecho marcó un importante punto de inflexión pues supuso una clara y definitiva ruptura con la Tradición masónica regular y con los antiguos Usos y Costumbres de la Orden.

Ante estos hechos, en 1875, el Supremo Consejo de Francia tomó una trascendental iniciativa: convocó a todos Supremos Consejos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, veintidós en total, a un Convento Universal que se celebró en la ciudad suiza de Lausana del seis al 22 de septiembre de ese año. La Delegación francesa estuvo presidida por el Gran Comendador del Supremo Consejo de Francia, Adolfo Crémieux, promotor y organizador de esta importante reunión masónica internacional.

Durante el Convento, al que sólo asistieron once Supremos Consejos, se adoptaron por unanimidad una serie de importantes medidas y se aprobó un «Manifiesto» que incluía una «Declaración de Principios del Rito». El punto más importante de la «Declaración» manifiesta que: «La Francmasonería proclama, como lo ha hecho desde su origen, la existencia de un Principio Creador, bajo el nombre de «Gran Arquitecto del Universo». Los delegados de los once Supremos Consejos asistentes decidieron no identificar al «Gran Arquitecto del Universo» con el concepto del «Dios de las religiones» y para ello propusieron formulaciones con una proyección universalista: Creador Superior, Principio Creador o Fuerza Superior. Lo que se pretendía con estas formulaciones, entendidas en un sentido amplio, era conciliar la afirmación de un Principio Creador (fundamento espiritual del Universo) con el respeto a la libertad de conciencia de cada masón.

La «Declaración» finalizaba expresando que la Masonería no es una religión, que no tiene culto, que desea una instrucción laica y que siendo una escuela mutua su programa se resume de la siguiente forma: obedecer las leyes del país, vivir con honor, practicar la justicia, amar a sus semejantes, trabajar sin desfallecer por el bien de la humanidad y perseguir su emancipación progresiva y pacífica.

Por desgracia, aquella loable intención fue pronto origen de nuevas polémicas: algunos Supremos Consejos, sobre todo los anglosajones, que no estaban afectados por las condenas pontificias y no les preocupaba la laicidad, rehusaron ratificar lo que habían acordado y aprobado en el Convento de Lausana. Estas discrepancias, que perduran aún en nuestro tiempo, surgieron cuando las Delegaciones regresaron a sus respectivos países.

La definición arreligiosa del «Gran Arquitecto del Universo» desagradó a los Supremos Consejos anglosajones que se habían quedado aferrados a su concepción estrechamente teísta y personalista. La definición de «Gran Arquitecto del Universo», aprobada por unanimidad en el Convento de Lausana, se encuentra en el marco conceptual del «deísmo filosófico«, tiene una intención claramente integradora (no excluyente) y es absolutamente respetuosa con la libertad de conciencia de cada francmasón. Los masones del Rito Escocés Antiguo y Aceptado vinculados al Convento de Lausana tienen el derecho y el deber de interpretar, con absoluta libertad, este símbolo masónico fundamental.

Sin embargo, en la masonería anglosajona es la Obediencia, o el Supremo Consejo, quien interpreta el símbolo del «Gran Arquitecto del Universo», identificándolo con Dios y su voluntad revelada e imponiendo esta visión hermenéutica a los masones adscritos a esta corriente masónica.

Nos recuerda el profesor Ferrer Benimeli que la GLUI realizó una importante Declaración en 1929 y estableció en su primer punto que: «La creencia en el Gran Arquitecto del Universo y en su “ voluntad revelada” serán condiciones esenciales para que se admitan sus miembros».

En este mismo sentido, nos informa el profesor Ferrer Benimeli que cuando la GLUI rompió relaciones de amistad y reconocimiento con la Gran Logia de Uruguay, el 18 de octubre de 1950, la GLUI endureció más aún su postura teísta, declarando: “Todo hombre que pida entrar en la masonería tiene que profesar la fe en el Ser Supremo, Dios invisible y Todopoderoso. A este respecto no se permite ninguna excepción. La masonería no es un movimiento filosófico abierto a todas las orientaciones y opiniones. La verdadera masonería es un culto para conservar y difundir la creencia en la existencia de Dios, que tiene que ser el de una religión monoteísta”. Por temor a que se le tachara de deísmo, la Gran Logia inglesa y las de Escocia e Irlanda, impusieron la «fe monoteísta» a sus afiliados y a los iniciados en Obediencias vinculadas con ella. (6)

Resulta sorprendente lo que nos relata a continuación el profesor Ferrer Benimelli : “Lo más paradójico es que la Iglesia católica ha tomado partido haciendo una curiosa interpretación del Gran Arquitecto del Universo de los masones. Y es así como el cardenal Ratzinger, jefe del antiguo Santo-Oficio, hoy llamado Congregación para la Doctrina de la Fe, nos enseña, siguiendo la sola opinión de los obispos alemanes manifestada en el año 1981, cuál es el verdadero concepto del Dios de los masones: «En los rituales, el concepto de “Gran Arquitecto del Universo” ocupa un lugar central. Se trata, a pesar de toda la voluntad de apertura al conjunto de lo religioso, de una concepción tomada del deísmo. Según esta concepción, no existe ningún conocimiento objetivo de Dios, en el sentido del concepto de idea personal de Dios en el teísmo. El Gran Arquitecto del Universo es un “algo” neutro, indefinido y abierto a toda comprensión. Cada uno puede introducir allí su representación de dios, el cristiano, como el musulmán, el discípulo de Confucio como el animista o el fiel de no importa qué religión. Para el francmasón, el “Gran Arquitecto del Universo” no es un ser en el sentido de un Dios personal; y por esta razón le basta una viva sensibilidad religiosa para reconocer al Gran Arquitecto del Universo. Esta concepción de un Gran Arquitecto del Universo reinando en un alejamiento deísta mina por la base la representación del Dios del católico y la respuesta que da a un Dios al que se dirige como Padre y Señor». (7)

1. Junto a la Biblia pueden colocarse otros libros sagrados si algún masón lo solicita.

2.A los miembros de esta Obediencia se les conocía con el nombre de «los modernos».

3.A los miembros de esta Obediencia se les conocía con el nombre de «los antiguos».

4.Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía, II Tomo, p, 763.

5, 6 y 7. Ferrer Benimeli, José A., «Masonería y religión: convergencias, oposición, ¿incompatibiliad?, «El Gran Arquitecto del Universo», Madrid, 1996, pp, 49-55.

Imagen de la entrada: “El pueblo francés reconoce la existencia del Ser Supremo y la inmortalidad del alma. » Cita de Maximilien ROBESPIERRE (1758-1794), Convención, Informe del 7 de mayo de 1794 (Decreto de 18 Floreal Año II, que estableció la fiesta del Ser Supremo). Entre 1792 y 1794, dos visiones se oponen entre los Revolucionarios, los primeros, ateos, quieren ver desaparecer la religión del campo social, otros por el contrario como Robespierre rechazan el ateísmo, éste incluso hace aprobar el Decreto del 18 Floreal Año II, reconociendo la existencia del Ser Supremo y la inmortalidad del alma.

Sobre el autor: Pablo Bahillo Redondo es Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Valladolid. DEA en Farmacología por la Universidad de Valladolid. Médico. Actualmente Doctorando en Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura. Ha presidido la Gran Logia General de España y el Supremo Consejo de España.

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Publicado en la revista digital «El Obrero» el18 de enero de 2022.