Masón, espiritista y activista político.
Seguimos con esta entrada reeditando una serie de artículos donde perseveramos en la memoria de aquellos masones que en su día pertenecieron a la Gran Logia de Canarias, en su primera etapa fundacional del primer tercio del siglo XX.
El Hermano Cristóbal Bonilla Cózar dio a luz en Torredonjimeno (Jaén), pero su trayectoria vital y masónica está tan vinculada a esta tierra que es como si hubiera nacido en Canarias. Fue procurador de profesión, militó primero en el Partido Republicano Federal donde ocupó diversos cargos públicos, como concejal (de 1913 a 1915) del Ayuntamiento de Las Palmas. Por aquéllos tiempos y bajo la dirección del líder federalista José Franchy y Roca, Cristóbal Bonilla destacó como uno de los protagonistas de los motines «anticonsumo» que se organizaron en Las Palmas. Porteriormente se incorporó en la UGT y en el PSOE.
Pero, fundamentalmente, fue un activo masón vinculado a La Gran Logia de Canarias. Se inició en 1924 en la Logia Andamana de Las Palmas y adoptó el nombre simbólico de «Melgarejo», llegando a alcanzar el grado 30 en la Orden. Ocupó los cargos de Gran Arquitecto Revisor de la Gran Logia de Canarias en 1925 y también llegó a ser Venerable Maestro de la Logia Andamana en 1931.
Su actividad masónica se caracterizó por su interés por el espiritismo y la teosofía, en boga por entonces dada la influencia del surrealismo que llegó a poner de moda técnicas como la de la escritura automática. Llegó a escribir un libro en 1928 titulado «Los Amigos del Más Allá. Novísima Doctrina. El Ser por su sólo impulso, llega al infinito. Revelación de los Ángeles Aleluya al Arcano Manuel Hernández Quesada y Hermano Mayor del Mayor por escritura autográfica».
Hoy este libro y otros documentos de gran interés, entre los que se encuentran material fotográfico y periodístico de la época, se conservan en los archivos de la Gran Logia de Canarias a raíz de la donación a esta Obediencia realizada por unos de sus nietos en el año 2017
Posteriormente, Cristóbal Bonilla Cózar regresó a la Península donde ejerció su profesión en Madrid. Finalizada la guerra civil se exilió en Francia falleciendo el 10 de noviembre de 1945 en Oradour sur Glane (Haute Vienne).