Nacido en 1884 en el Islote (San Bartolomé) en el seno de una familia pudiente, tuvo la posibilidad de formarse y viajar por la Península y Europa. Ligado a la masonería, poseía grandes inquietudes culturales y un carácter singular. Entre 1930 y 1931 fue alcalde de San Bartolomé, residiendo en un cortijo de La Florida que aún hoy permanece en pie, aunque rehabilitado como bodega, con un característico drago.
Llegó a ser un auténtico filántropo y mecenas, que llevó a cabo un gran número de iniciativas culturales. Así por ejemplo su labor a favor de la restauración de las fortalezas de la isla, permitió la restauración del ruinoso Castillo de Santa Bárbara (Teguise), entre otras.
En su famoso testamento legó sus propiedades a sus cercanos, al pueblo de Teguise, a la Biblioteca de Arrecife donó su enorme colección de libros (desaparecida en el incendio del antiguo Parador) y para la isla de Lanzarote, unas becas para niños pobres.
Luis Ramírez falleció en Barcelona en 1950 a causa de una peritonitis cuanto se dirigía a Roma para encontrarse con el Papa. Sus restos reposan hoy en un bellísimo monumento funerario de forma piramidal con sótano y simbología masónica ubicado en el antiguo cementerio de La Villa.