La Asamblea de la República de Portugal debate un proyecto de ley que puede obligar a los cargos públicos a hacer pública su pertenencia a la Masonería.
El proyecto, presentado por el minoritario partido de los ecologistas portugueses, que cuenta con cuatro de los 230 diputados, pretende modificar el régimen de los titulares de cargos políticos y altos cargos públicos, para incluir en el capítulo de obligaciones declarativas un campo opcional que permita mencionar, aunque sea de forma negativa, la pertenencia o vinculación a asociaciones u organizaciones que exijan a sus miembros promesas de lealtad o que, por su carácter secreto, no aseguren la plena transparencia sobre la participación de sus miembros. Sin embargo el partido conservador portugués (PSD), con 79 diputados en la Asamblea, ha presentado una propuesta paralela para que esta declaración no sea opcional sino obligatoria.
Ante ello, el Gran Maestro de la Gran Logia de Portugal ha emitido un comunicado en que «apela al sentido común de las entidades que gobiernan nuestra Nación, para que defiendan los derechos y principios establecidos por la Constitución portuguesa, y para que comprendan la profundidad de las consecuencias éticas y morales de la aprobación de una Ley que obliga a un hombre libre, para ejercer una función para la que ha sido elegido, a tener que confesar obligatoriamente las convicciones filosóficas y espirituales que rigen los principios de su vida.»
Desde la Gran Logia de Canarias, esta iniciativa legislativa nos recuerda a lo tristemente ocurrido durante la dictadura portuguesa de Oliveira Salazar, el cual centró su atención en el peligro de las sociedades secretas como supuestas responsables de la decadencia de Portugal (mismo argumento que el utilizado por Franco para desprestigiar a la masonería española). Bajo la dictadura de Oliveira Salazar, un Informe contra las sociedades secretas acabaría siendo aprobado y promulgado oficialmente bajo forma del ley el 21 de mayo de 1935 por su Jefe de Gobierno José Cabral.
El poeta Fernando Pessoa, declarándose no masón ni tampoco antimasón, escribió un largo artículo criticando el proyecto de ley de José Cabral, que se integraba, tanto por su naturaleza como por su contenido, en «las mejores tradiciones de los Inquisidores». Pessoa afirma que el proyecto de ley, aparentemente dirigido contra las asociaciones secretas en general, en realidad iba dirigido total o parcialmente contra la masonería, «que no es una simple asociación secreta, sino una orden iniciática, cuyo secreto es el común a todas las órdenes iniciáticas, a todos los llamados misterios, y a todas las iniciaciones transmitidas directamente de maestro a discípulo». Reproducimos por su interés dos párrafos de este famoso artículo:
«Se deduce de todo esto que todas las campañas de los antimasones – basadas en esta doble confusión de lo particular con lo general y lo casual con lo permanente – son absolutamente falsas. Nada hasta hoy ha probado que pueda desacreditar a la Masonería. Siguiendo ese criterio – el de evaluar una institución por sus acciones desafortunadamente infelices, o a un hombre por sus fallos o errores ocasionales – ¿Qué habría en este Mundo sino una abominación? ¿Quiere el Sr. José Cabral que se evalúe a los papas Borgia, por sus asesinatos e incestos?¿Quiere considerar la Iglesia de Roma perfectamente definida en su más íntimo espíritu interno por las torturas de los inquisidores o las masacres de los albigenses? Sin embargo, con mucha más razón se podría hacer, puesto que estas crueldades se hicieron por orden y consentimiento de los papas, lo que obligó espiritualmente, a toda la Iglesia.
Seamos por lo menos justos. Si acusamos a la Francmasonería en general de todos estos casos particulares, pongámosla en el crédito, en la contrapartida, los beneficios que de ella hemos recibido en igualdad de condiciones. Agradezcan los jesuitas haber recibido cobijo en Prusia en el siglo XVIII por el masón Frederick II cuando habían sido expulsados de todas partes, repudiados por el mismo Papa. Den gracias a la victoria de Waterloo, ya que Wellington y Blücher eran masones. Sean agradecidos por haber sido ella la que creó la base donde llegó a convertirse en la futura victoria de los Aliados – la “Entente Cordiale”, obra del Mason Eduardo VII. Por ultimo, tampoco debemos olvidar, que fue obra del masón Goethe la mayor obra de la literatura moderna, el “Fausto”. Acabo de una vez. Deje el Sr. José Cabral a la masonería, a los masones y a los que, aunque no lo son, vean, en otro templo la misma Luz. Deje la antimasonería a aquellos locos que son los legítimos descendientes intelectuales del célebre predicador que descubrió que Herodes y Pilatos eran Vigilantes de la Logia de Jerusalén.»
La consecuencia de la promulgación de esta ley fue la persecución y el exilio para no pocos de los 9.500 masones portugueses catalogados entonces como tales por las fuerzas gubernamentales. No repitamos errores del pasado en la Europa del siglo XXI.
Fortis in arduis.