«La masonería es una llaga en el cuerpo del comunismo. Hay que quemarla con hierro candente» (León Trotsky, Comunismo y Masonería).
La relación entre la masonería y el marxismo ha sido una de las más complejas y fascinantes en la historia moderna. Aunque ambos movimientos surgieron en Europa en el siglo XVIII y XIX y compartieron algunos valores y objetivos como la lucha por la igualdad, la libertad y la justicia social, sus diferencias fundamentales los llevaron a una gran tensión que se mantuvo a lo largo del tiempo y el espacio, perdurando a día de hoy.
En el congreso de la primera internacional en Londres en 1871, el mismo año que acaeció la insurrección de la Comuna de París, Marx declaró que “este tipo de organización (la Masonería) se encuentra en contradicción con el desarrollo del movimiento proletario, desde el momento en que estas sociedades, en lugar de educar a los trabajadores, los someten a sus leyes autoritarias y místicas que impiden su independencia y conducen su conciencia a la la dirección equivocada. » Y Engels la llamó la “internacional aristocrática-burguesa de la ilustración”.
En el siglo XIX, pese a que la masonería y el marxismo compartían algunos valores y objetivos en común, como la lucha por la igualdad y la libertad, sin embargo, la masonería se enfocaba más en la libertad individual y la tolerancia religiosa, mientras que el marxismo se enfocaba en la lucha de clases y la transformación de la sociedad.
La masonería, de forma notoria, es una organización fraternal enfocada en el desarrollo personal y la construcción de una sociedad más justa y libre. Su estructura jerárquica, sus ritos y simbolismos han sido objeto de críticas y conspiraciones a lo largo de su historia, pero su defensa de la tolerancia religiosa y la igualdad entre los hombres han sido valores muy apreciados. Pero precisamente esos valores de tolerancia e igualdad fueron considerados por el marxismo con una peligrosa manera de infiltración de la burguesía en el movimiento proletario:
«En la masonería se reúnen personas de diferentes partidos, con diferentes intereses y con diferentes fines personales. Todo el arte de la dirección de la masonería consiste en neutralizar las tendencias divergentes y suavizar las contradicciones entre grupos y camarillas (en interés de la «democracia»y la «humanidad», es decir, la clase dominante) Nos acostumbramos así a hablar en voz alta de todo, excepto de lo esencial (…).» Documento del Congreso de Giras del Partido Comunista, sección francesa de la Internacional Comunista.
En Italia, la moción antimasónica, votada en el congreso del Partido Socialista Italiano (PSI) de 1914, zanjó una polémica en el movimiento socialista desde principios del siglo XX y que había creado una cesura en las relaciones entre las dos organizaciones. Cuando, en 1919, el PSI decidió adherirse a la nueva Internacional comunista, la polémica antimasónica formó parte de los debates en los congresos de antes de la muerte de Lenin. Sobre todo, cuando resultó claro que muchos socialistas-masones se habían adherido al Partido comunista francés, la Internacional, principalmente por voluntad de Trotsky, que adoptó posiciones muy rígidas sobre la cuestión (La cuestión masónica en la izquierda italiana, Marco Novarino, Universidad de Turín, Italia), como se refleja en uno de sus textos:
“La Liga de los Derechos Humanos y la Masonería son instrumentos de la burguesía que desvían la conciencia de los representantes del proletariado francés. Declaramos una guerra sin piedad a estos métodos porque constituyen un arma secreta e insidiosa del arsenal burgués. Debemos liberar al partido de estos elementos.» (León Trotsky, Comunismo y Masonería).
Pese a ello, hubieron algunos intentos de acercamiento entre los dos movimientos. En Francia en 1920, el Partido Comunista y la Gran Logia de Francia formaron el Comité de Enlace Internacional Proletario y Masónico, que buscaba unir a los trabajadores y a los masones en la lucha por la justicia social. Sin embargo, la colaboración no duró mucho tiempo debido a las diferencias fundamentales en la forma de entender la lucha social, la libertad individual y la tolerancia religiosa.
Durante la Guerra Civil española, en la década de 1930, la masonería y el marxismo se unieron en la lucha contra el régimen franquista. Muchos masones se unieron al bando republicano, mientras que muchos comunistas se unieron a las Brigadas Internacionales. Sin embargo, la cooperación también tuvo sus límites debido a las diferencias fundamentales en la forma de entender la organización social y política.
En otros países, como Italia y Alemania, la masonería fue perseguida y suprimida durante la ascensión del fascismo y el nazismo, respectivamente. En estos contextos, la masonería y el marxismo compartían una lucha común contra los regímenes autoritarios, mientras éstos persistieron.
Foto de la portada: retrato de León Trotsky en 1924 (Biblioteca Nacional de Francia).
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