Impresiones de la iniciación.

Las impresiones que un Hermano extrae tras su iniciación como masón generalmente constituye la temática de la primera plancha que debe exponer en Logia. Aquí reproducimos un exponente de estos trabajos.

Decía Harry Mulisch “Un comienzo no desaparece nunca, ni siquiera con un final” y esa podría ser una de las primeras ideas que uno mantiene un su mente y en su alma tras ser iniciado. El paso dado, el comienzo de esa nueva vida desde la oscuridad hacia la búsqueda de la Luz que proviene del Oriente, ha de ser en humildad y conciencia.

Desde la tiniebla exterior, la oscuridad sumida en el Gabinete de Reflexión, uno comienza a enfrentarse al gran tesoro de todo conocimiento, la Duda. El cuestionamiento del silencio, la negritud, y los elementos que representan la tierra, me ofrecieron nuevamente la posibilidad de eliminar las expectativas, para transformarlas en un necesario estado de paz al grabar el testamento, mientras mi corazón viajaba entre las frases que, como vigilantes, preguntaban mi verdadera intención al pedir mi Iniciación en la Francmasonería.

Entonces recordé una frase que me acompaña desde que cumpliera dieciocho años, y que rige mis días desde la mesilla de noche “ser lo que se es con la mayor plenitud posible”. Esa plenitud entendida no como un exceso, sino como la posición abierta y observante de todos los sentidos, pero, sobre todo, del alma. Esa apertura que disipa todo nerviosismo hacia lo desconocido, y ofrece el disfrute y la actitud de captar cuanto sentimiento, sensación o pensamiento puede rodearte y, a su vez, toda respuesta o reflexión nacida ante ellos.

Al prepararnos para entrar en el Templo, y despojarnos de los metales y de la perfección del vestido, para desnudar y desequilibrar nuestra apariencia, pues desde la imperfección se camina a la Perfección, como del error se llega a la Virtud, y de la duda a la Verdad, uno enriquece esa conciencia y humildad, y se adentra en una oscuridad mayor al vendar los ojos. Es una oscuridad distinta. Si la del gabinete es una oscuridad visible, una oscuridad auscultable; la oscuridad del vendaje hace casi de espejo, pues obliga a mirar hacia adentro y guiarse por el alma y los sentidos.

Sin duda, la nuestra, como supongo que toda Recepción de la Luz en compañía, fue una Iniciación que se me antoja distinta; la Iniciación compartida, el contacto con los hermanos, ofrecía una seguridad que, sin duda, era aún más reflejo del propio Rito: esos viajes por los otros tres Elementos que van siendo más fáciles gracias a la ayuda, amparo y compañía del resto de los Hermanos.

El encuentro y vivencia de los Elementos, y a través de ellos, con símbolos que todavía son de significado dudoso, y una vez descubiertos los ojos, sin los que el hombre poco parece ser en este mundo de imágenes, y en los que pocas veces se enfrenta al yo, sino al todo, cada uno, supongo, fija la mente en alguno de estos, como referencia para todo el rito y su memoria. En mi caso, el Agua.

Para un isleño el mar no es nunca un límite, pues es la inmensidad cercana que el Gran Arquitecto nos fijó como camino diverso hacia cualquier parte pero, sobre todo, como guía hacia la Luz. En mi caso, viví siempre en la Isla fijando la mirada en el Oriente, por donde la Vida cobra fuerza y sentido, y marca su reflejo en el agua; esa agua que en el Rito parece querer invitarnos a la Pureza, a la Verdad, como un cuerpo desnudo al que el Gran Sol baña reflejado en las olas.

Ahí, de vuelta a la Luz, la del Templo, simbolizada en las velas que marcan las columnas que han de fijar los trabajos con Sabiduría, Fuerza y Belleza; uno recuerda aquel poema de León Felipe, a quien sus hermanos reconocen como Masón:

“Ni el infierno… ni el fuego ni el dolor son eternos.Sólo la Luz brilla sin tregua,diamantina,infinita,misericordiosa,perdurable por los siglos de los siglos…Ahí está siempre con sus divinos atributos.Solo mis ojos hoy son capaces de verla …»

Quizás, aunque no sea este un recuerdo de la Iniciación, “El pase bajo venda” fuera uno de los momentos de mayor franqueza y humildad jamás vividos. Volverme a enfrentar con un libro que se me antoja con el paso de los años, de demasiada sentencia, e intentar enfrentarme, cuestionarme, humillarme plenamente, al responder sobre lo más íntimo, sobre esa proyección comunicativa de mi alma, pues como los trabajos en el Templo, supongo, la poesía no es sólo taller, sino que busca también, mediante el cuestionamiento propio, esa Sabiduría, Fuerza y Belleza, y viaja para quienes tienen esa suerte e inspiración del Gran Arquitecto, hacia el Conocimiento no Revelado, de esa cuarta columna invisible que sostiene el Templo. Agradezco a todos los Hermanos el afrontar nuevamente las preguntas, la duda, el propio yo, humilde y voluntariamente humillado, es decir, llevado a la humildad si quedara resquicio de impostura, altanería o exceso, ante dos de esas preguntas en el “pase bajo venda”, la ya mentada sobre mi poema; y la referida a la figura de mi padre. Agradezco a mis ya Hermanos, esas dos referencias: la de la ejemplaridad de un hombre bueno y recto; y la de la vuelta a la conciencia del Arte, en mi caso de la poesía, como un importante camino de reflexión hacia la Luz, no hacia el honor público o el aplauso.

Volviendo a las reflexiones sobre la Iniciación uno descubre que desde hace tiempo usa para sí determinados ritos o símbolos que aparecieron sin saberlo en el vivido en el Templo. Desde hace más de diez años me enfrento cada noche a la oscuridad de mi habitación, con una leve Luz y un espejo, cuando me dispongo a iniciar el camino de la escritura. Aunque costumbre, sigue siendo un reto enfrentarse a uno mismo al espejo, cuestionarse, valorarse, medirse ante la mirada interior que te permite el reflejo de ti mismo. Incluso descubrir, como en el Mito de la Caverna, la realidad por sus reflejos, por sus sombras. Quizás todo lo creado por el Gran Arquitecto sea finalmente visible cuando vayamos caminando y descubriendo “Los Tesoros Ocultos”, “Los Secretos”, pero sin duda, la primera conciencia del mundo y de uno mismo, nace posiblemente de su reflejo, de su sombra, de su definición en ausencia, o en presencia reflejada.

La propia Luz no es adorada en el día, sino deseada y esperada en la oscuridad de la noche, o en la sombra; el hombre toma conciencia de sí mismo en su reflejo o en su sombra a la Luz del Sol; La Sabiduría se espera al comienzo de las dudas, de las grandes preguntas de la Humanidad; La Fuerza, en la conciencia de la debilidad; La belleza, ante la realidad de los trabajo realizados sin amor y dedicación; y la propia revelación del Gran Arquitecto ante el amor a todo lo que es fiel relejo de sí, todo lo creado.

Justamente el Arte quizás es una búsqueda de esa Belleza, Fortaleza y Sabiduría del Gran Arquitecto, sin la revelación de sus Misterios, sino en el reflejo y amor por los detalles de su Creación. Así recuerdo uno de los primeros poemas que leí, cuando sólo contaba con diez años, de otro a quien sus hermanos reconocían como Masón, Gustavo Adolfo Bécquer, en su poema “El Arpa”:

“…Cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma, y una voz, como Lázaro, espera que le diga <<¡Levántate y anda!>>”

Quizás es esa la experiencia más importante vivida en la Iniciación, el paso de la muerte del hombre profano, al Renacer, al Despertar, como hombre iniciado, como Hermano, para levantarme y andar, junto a mis Hermanos, hacia la Luz.

Ararat-LAGP